La ciencia y la física cuántica nos ayudan a entender el universo. Sonia Fernández-Vidal, física

Muy buenas a todos,
gracias por haber venido. Mi nombre es Sonia,
Sonia-Fernández Vidal. Yo me doctoré en física cuántica,
hice investigación durante unos años precisamente en este área, por suerte,
en alguno de los laboratorios más interesantes que hay, como el CERN,
el Laboratorio Nacional de Los Álamos o el ICFO,
el Instituto de Ciencias Fotónicas. Y la verdad es que hoy
me gustaría abriros la puerta y adentraros a este mundo que,
a veces, simplemente por utilizar el término de física cuántica, ya ves
algunas caras así de miedo y susto.

Sin embargo, me gustaría
abriros la puerta y entrar a este mundo que para mí es fascinante. Y para ello me gustaría hacéroslo
leyéndoos un fragmento, un texto de Carl Sagan,
que tiene intrínseca una reflexión que a mí me parece extraordinaria
y muestra cómo debemos proteger y compartir el conocimiento
para seguir avanzando como civilización. Dice así: “Solo en un punto
de la historia pasada hubo la promesa de una civilización
científica brillante.

Era beneficiaria del despertar jónico
y tenía su ciudadela en la Biblioteca de Alejandría,
donde hace 2.000 años las mejores mentes de la antigüedad
establecieron las bases del estudio sistemático
de la matemática, la física, el arte, la astronomía,
la literatura y la medicina. Todavía estamos construyendo
sobre estas bases. La biblioteca fue construida
y sostenida por los ptolomeos, los reyes griegos
que heredaron la porción egipcia del imperio de Alejandro Magno. Desde la época de su creación
en el siglo III antes de Cristo hasta su destrucción
siete siglos más tarde, fue el cerebro y el corazón
del mundo antiguo.

Alejandría era la mayor ciudad que el mundo occidental
había visto jamás. Gente de todas las naciones llegaba allí
para vivir, comerciar, aprender… En un día cualquiera, sus puertos
estaban atiborrados de mercaderes, estudiosos y turistas. Era una ciudad donde griegos,
egipcios, árabes, sirios, hebreos, persas, fenicios, galos e íberos intercambiaban mercancías e ideas. Fue probablemente allí
donde la palabra cosmopolita consiguió tener un sentido auténtico:
ciudadano, no de una nación, sino del cosmos,
ser un ciudadano del cosmos. Es evidente que allí estaban
las semillas del mundo moderno. ¿Qué impidió
que arraigaran y florecieran? ¿A qué se debe
que Occidente se adormeciera durante 1.000 años de tinieblas
hasta que Copérnico, Galileo y sus contemporáneos redescubrieran
la obra hecha en Alejandría? No puedo dar una respuesta sencilla, pero lo que sí sé es que no hay noticia
en toda la historia de la biblioteca de que alguno
de sus ilustres científicos y estudiosos llegara nunca a desafiar
los supuestos políticos, económicos y religiosos de su sociedad. Se puso en duda
la permanencia de las estrellas, no la justicia de la esclavitud.

La ciencia y la cultura
en general estaban reservadas para unos cuantos privilegiados. La vasta población de la ciudad
no tenía la menor idea de los grandes descubrimientos que tenían lugar
dentro de la biblioteca. Los nuevos descubrimientos
no fueron explicados ni popularizados,
la investigación les benefició poco. Los descubrimientos en mecánica
y la tecnología del vapor se aplicaron principalmente
a perfeccionar las armas, a estimular la superstición,
a divertir a los reyes. Los científicos nunca captaron
el potencial de las máquinas para liberar a la gente. Los grandes logros intelectuales
de la antigüedad tuvieron pocas
aplicaciones prácticas inmediatas. La ciencia no fascinó nunca
la imaginación de la multitud. No hubo contrapeso
al estancamiento, al pesimismo, a la entrega más abyecta al misticismo. Cuando al final de todo, la chusma
se presentó para quemar la biblioteca, no había nadie capaz de detenerla”. Para mí estas son palabras muy sabias. Mucho se perdió en Alejandría,
de hecho tardamos años, tardamos siglos hasta que volvimos
a poder acumular tanto conocimiento. Sin embargo, lo hicimos, al final, de la mano de las personas de ciencia, que nos han demostrado con su esfuerzo,
su tenacidad y su disciplina, que las utopías del ayer
son realidades de hoy.

Han conseguido cosas inimaginables. Al fin y al cabo, lo que nos han
demostrado es que todo aquello que hemos soñado podemos conseguirlo. De hecho, muchas veces pensamos
que nuestros sueños forman más parte
del mundo de la imaginación y de la fantasía que de nuestro mundo. Sin embargo, precisamente
de la mano de estas personas que con tanta disciplina y esfuerzo
nos han conseguido tantas cosas, también nos han demostrado
que la frontera entre estos dos mundos es tan etérea como ilimitada
la capacidad del ser humano. Por lo tanto,
debemos atrevernos a soñar, a querer conseguir todo aquello
que la humanidad ha soñado desde la noche de los tiempos. Y precisamente la ciencia,
que a veces nos asusta tanto y nos aparta de esa área tan preciosa
de conocimiento, nos ha conseguido
muchos de estos sueños. Yo lo que quería era invitaros hoy
a abrir esta otra puerta, esta puerta,
no a la Biblioteca de Alejandría, pero sí a este mundo cuántico, y que pasemos un buen rato
divirtiéndonos y, sobre todo, disfrutando del conocimiento.

Hola, Sonia. Tu te has especializado
en la física cuántica y algunos, al escuchar esto,
nos quedamos alucinados, y a otros os fascina este tema. ¿Nos podrías explicar
qué es exactamente la física cuántica para que lo entendamos? Es cierto que la física cuántica
es un área de conocimiento que a muchos les asusta,
pero también fascina por su extrañeza, precisamente. La física cuántica es un poco
el cómo se ha acabado culminando el conocimiento desde la antigua Grecia,
en que se empezó a hacer la ciencia y la filosofía para comprender el mundo,
hasta el día de hoy.

Es la teoría, una de las dos teorías,
que tenemos actualmente para explicar el cosmos y básicamente,
esta teoría lo que nos describe es cómo se comportan
las partículas fundamentales, las partículas más pequeñas incluso
que los átomos, que nos forman a ti, a mí y a todo lo que vemos
a nuestro alrededor. Y lo que se encontraron los científicos
de principios del siglo XX, precisamente cuando se adentraron
a estudiar la esencia de la materia, es que estas partículas tan pequeñas,
estas partículas fundamentales, se comportan de una manera bien extraña,
muy antiintuitiva. Parece que pueden estar
en dos sitios simultáneamente, pueden atravesar paredes,
pueden teleportarse, pueden tener, en palabras de Einstein,
conexiones fantasmagóricas: lo que le ocurre a una partícula
puede estar relacionado con lo que le ocurre a otra partícula,
aunque estén en una punta y otra del universo. De hecho, todos estos fenómenos
de la física cuántica llegaron a sorprender muchísimo
a los científicos, porque ellos venían de la imagen
en que el universo es como una gran máquina
en que todo seguía cierto orden.

Sin embargo, a la vez
que nos ha dado muchas tecnologías, también nos ha permitido
plantearnos muchas preguntas de una gran belleza intelectual. Por ejemplo, ¿qué es la realidad? ¿Existe la Luna cuando no miramos?
A Einstein le gustaba pensar que sí. Pues muchas de estas preguntas
son también las que nos ha brindado esta área del conocimiento
de la física y de la física cuántica. Dejad que os ponga un ejemplo: un átomo. Todos habéis visto alguna vez
una ilustración de un átomo en los cuadernos o en los libros,
y probablemente os venga a la cabeza una imagen similar
a la que vemos aquí detrás.

Sin embargo, esta imagen no está
ni mucho menos hecha a escala. Para poner un ejemplo,
imaginaos que cojo el núcleo de un átomo y lo hago, tengo una máquina
de hacer cosas grandes y hago el núcleo del átomo
tan grande como una pelota de pimpón. ¿Habéis jugado alguna vez a pimpón? Pues imaginaos
este núcleo de este átomo, de esa pelota de pimpón, el electrón, que aquí se ve relativamente cerquita, en realidad sería más pequeño
que la punta de un alfiler y estaría dando vueltas… Imaginaos, para ver las longitudes,
imaginad que este núcleo, la pelota de pimpón, lo pongo
en el centro de Santiago Bernabéu, del campo de fútbol, los electrones que decíamos serían
más pequeños que la punta de un alfiler y estarían dando vueltas
por la última de las gradas del estadio.

Todo el resto,
los asientos, el césped, la portería… sería espacio completamente vacío. De hecho, un 99,9999999% del átomo está totalmente vacío. A veces, los números como 99,999%
no nos dicen mucho, dejadme que os pongo otro ejemplo. Imaginaos, ahora que hemos visto
estas dimensiones de los átomos y lo alejadas que están
y el espacio vacío que hay entre medio, pero ahora imaginaos que cojo los átomos
de toda la humanidad, todas las personas
que estamos sobre la Tierra, y cojo los electrones y los núcleos,
y en vez de tenerlos tan separados los acerco, los agrupo todos. Agrupo todas las partículas
de todas las personas que estamos sobre la Tierra. Todos nosotros, toda la humanidad,
si quitamos el espacio vacío que hay en medio,
cabríamos en un simple terrón de azúcar. Es decir, imaginaos la de espacio vacío
que hay en todo lo que nos rodea. Es decir, por ejemplo,
esta mesa, esta silla, donde estáis vosotros sentados también,
que estáis tan cómodamente sentados, pues pensad
que está un 99,999999% completamente vacío. Yo cuando pienso en estas cosas
me parece fascinante, y las preguntas que se hacían
también los científicos, o lo que se maravillaban
cuando empezaban a descubrir los secretos que esconde
la esencia de la materia.

Por ejemplo, una de las cosas
que me hace pensar a mí, también, es cómo nos engañan los sentidos. Esta percepción
de que todo esto es sólido y puede aguantarme a mí. Pero mucho más
nos engañan los sentidos de lo que sabemos hoy en día,
por ejemplo, os voy a poner una prueba, ya que estáis vosotros aquí. Mira, voy a pedirte, Carla,
si puedes venir, me acompañas y vamos a hacer contigo una prueba
de cómo los sentidos nos engañan o incluso cómo nuestro cerebro
es capaz de percibir que esta mesa es sólida,
en vez de saber, ven, acércate, que te enseñaré un texto, en vez de, como sabemos,
que está completamente vacía.

Por ejemplo, si me podéis proyectar
el texto que va a leer Carla ahora mismo en la pantalla,
así el público podrá ver un texto que parece que sea un cifrado
que no quiere decir absolutamente nada. Sin embargo, mira,
Carla tiene un pequeño truco y es que tiene
una primera línea traducida. Pero veamos si es capaz su cerebro
de acabar de traducir todo este texto en palabras reales. Cierto día de verano estaba en la playa
observando dos chicas brincando en la arena. Estaban trabajando mucho construyendo
un castillo de arena con torres… Alguna cuesta, si no, sáltatela. …ocultos y puentes. Cuando estaban acabando
vino una ola que destruyó todo, reduciendo el castillo
a un montón de arena y espuma.

Pensé que después de tanto esfuerzo,
las chicas comenzarían a llorar, pero en vez de eso corrieron
por la playa riendo y jugando y comenzaron a construir otro castillo. Comprendí que había aprendido
una gran lección: sacamos mucho tiempo de nuestra vida
construyendo alguna cosa, pero cuando una ola, una ola… -Llega.
-Llega a destruirlo todo, solo permanece la mitad, la mitad. El amor, el cariño y las manos de… No sé qué pone. Algunos.
-De algunos que son capaces de hacernos sonreír. Muy bien. Fantástico. Bueno, era difícil,
pero fijaos cómo nuestro cerebro es muchas veces capaz de,
como en este caso, suplir la realidad
como nosotros queremos que sea. En este caso,
como estamos acostumbrados a que sea, es decir, lo traducimos directamente
a un texto. Del mismo modo, nosotros,
cuando nos miramos a nosotros mismos, o incluso tenemos la ilusión
de que nos estamos tocando, cuando sabemos que realmente
estamos hechos de algo que está, como decíamos, un 99,999% vacío,
e incluso que nuestros electrones los de la capa superior de mi mano
y los electrones de su brazo ni siquiera se están tocando,
sino que es la fuerza electromagnética la que hace la sensación
de que nos estemos tocando.

Por lo tanto,
de ahí vienen estas preguntas que suscitaban los científicos que parecían más filósofos
que otra cosa: ¿qué es la realidad? ¿Qué ocurre?
¿Qué es aquello que estamos observando? ¿Es realmente lo que vemos?
Muchas gracias. Hola Sonia, encantado de conocerte,
mi nombre es Juan. Soy profesor
de secundaria y bachillerato y, de hecho, están aquí
unos cuantos de mis alumnos. Me gustaría pedirte por favor si podrías explicarnos la diferencia entre la física cuántica
y la física clásica. Gracias. Muchas gracias, Juan. Mira, lo que conocemos
como el término de física clásica es la física que se generó
desde Newton y sus coetáneos hasta finales del siglo XIX,
principios del siglo XX, que fue precisamente
cuando nos adentramos en la física cuántica. La física clásica básicamente
la podríamos determinar… Bueno, vamos a cerrar los ojos
e imaginemos: la visión cosmológica
que tenían los científicos hasta finales del siglo XX
es que el universo, el cosmos, también nuestro día a día, todo funciona
de una manera muy ordenada, muy rígida.

De hecho, era como si el universo
fuese una gran máquina, un gran reloj suizo, y el resultado
de lo que había en el cosmos fuese el resultado de los movimientos
de estos engranajes, de esta gran maquinaria. Podríamos resumir
esta visión mecanicista, de ahí viene el término mecanicista,
en unos cuatro postulados. Los físicos clásicos
pensaban que el espacio y el tiempo, siendo dos cosas separadas,
eran algo completamente absoluto que funcionaba exactamente igual
en cualquier parte de este gran reloj suizo
que era el cosmos, de hecho, esta nueva visión cosmológica
que nos presentaron los padres de la física cuántica, que me imagino
que cuando se reunieron, como en este caso,
cuando se reunieron los 29 Solvay, en que están muchos de los padres,
los veis reflejados en esta fotografía, de la física cuántica, una de las cosas que ellos tuvieron que abordar
es que la descripción del universo era completamente antiintuitiva.

Por otro lado,
también sabíamos que la energía, es decir, todo aquello
que los científicos estudiaban, podía explicarse
o bien a través de ondas, como por ejemplo la luz o el sonido,
que ahora está llegando hasta vuestros oídos,
o bien por partículas, los átomos o esas partículas
con las que los científicos pensaban que la materia estaba hecha. Otro de los postulados que regía, o de las grandes verdades
que regía la física clásica, era precisamente el determinismo. ¿Qué significa el determinismo? Por ejemplo,
las leyes de Newton nos decían que si conocíamos
la posición y velocidad de una partícula
en un momento determinado podíamos saber
de dónde venía y adónde iba. Es decir, el pasado y el futuro. Por lo tanto, imagínate,
un ojo que todo lo viese, que pudiese ver todas las partículas
y analizarlas todas, podría saber con toda perfección
cuál era el pasado del universo, del mismo modo que podría saber
también cuál era el futuro.

Por lo tanto, filosóficamente,
vivíamos en un universo completamente determinado. Y, por último, la joya de la corona
de la ciencia: la objetividad. El científico,
desde el altar del conocimiento que le ofrecía la ciencia,
podía describir de manera objetiva cómo era el cosmos,
cómo era el universo que estaba intentando describir. Es decir,
podía generar ciertas leyes con sus ecuaciones matemáticas
y decir que esas eran las normas de cómo funcionaba esta gran máquina. Con el nacimiento,
con la llegada de la física cuántica, uno a uno, todos estos postulados
fueron desmontándose. De repente,
con Albert Einstein, por ejemplo, y su teoría de la relatividad, él hizo uno de los grandes
ejercicios de unificación, unificó el tiempo y el espacio. Y además, hoy en día sabemos
que el tiempo no es algo absoluto que fluye exactamente igual
en todos los lados del cosmos, sino que si nosotros mismos
nos movemos más rápido, el tiempo
pasa más despacito para nosotros.

Eso es lo que nos dice
la teoría de la relatividad. Por otro lado,
otra de las teorías que se desmontó es cómo funciona la energía. Hoy en día sabemos
que las ondas son partículas y las partículas
también pueden ser ondas. Además, todo depende
de cómo lo estemos observando. Dependiendo del experimento que hacemos,
se comportan de una manera o se comportan de otra. Es más, a veces antes de mirar
las cosas están funcionando de manera completamente distinta
que cuando las intentamos explicar.

Parece que todo se volvía un caos. De repente,
los científicos se encontraron completamente interrelacionados
con el universo que estaban intentando explicar. De hacer un experimento a no hacerlo,
las cosas cambiaban. ¿Cómo podían entonces decir
cómo funcionaba el universo de una manera totalmente objetiva? De hecho, incluso
el sistema de pensamiento filosófico quedó completamente desmontado
con la llegada de la física cuántica. En vez del determinismo
acabó siendo todo indeterminado, porque esas partículas
de las que queríamos saber posición y velocidad
para saber el pasado y el futuro, de medirlas a no medirlas,
las estabas modificando, por lo tanto,
ni sabíamos qué era el pasado ni sabemos qué será el futuro. Por lo tanto,
fijaos como la física cuántica, no simplemente trajo un cambio en cómo comprendemos el universo, sino también en cómo nosotros lo vivimos
y cómo pensamos sobre él, en cuál es nuestra visión
filosófica y cosmológica de cómo funciona el universo.

Hola Sonia, es un placer escucharte
y cómo nos acercas la física a todos. A mí me interesa muchísimo
ver la parte emocional y la parte corazón de las personas y qué les lleva
a desarrollar su vocación. Entonces,
¿cómo encontraste tú, y cuándo, tu pasión por la física cuántica? Y en mi caso, por ejemplo,
a mí me la transmite mi hijo, que desde mocoso quería ser
y quiere ser físico, pero ¿cómo nos animarías a los padres para que transmitamos esa pasión y que persigan aquello que quieren,
como has hecho tú? La verdad es que…
Muchas gracias, Rosa, por tu pregunta.

La verdad es que yo ya de muy pequeñita tenía muy claro
que quería ser científica. Quería saber el porqué de todo. Bueno, seguramente
son las preguntas eternas que nos hemos hecho
desde la noche de los tiempos. Es un poco ¿de dónde venimos,
qué es lo que hay aquí y adónde vamos? Y estas preguntas,
las fui arrastrando durante mi niñez hasta que llegué al instituto
e hice por primera vez una clase de Física.

Entonces, en ese momento, de repente
se abrieron las puertas para mí y pensé: “Diablos, es precisamente esto
lo que me está dando respuestas, me están explicando
cómo funciona el universo”. Fue entonces, ya en segundo,
cuando me topé por primera vez, precisamente, con la física cuántica
y experimenté esa sensación que dice aquella frase, de que "cuando crees
que tienes todas las respuestas llega el universo
y te cambia todas las preguntas". Y, precisamente,
lo que hizo la cuántica conmigo fue, probablemente, una pequeña porción
de lo que debieron vivir los científicos que se encontraron, a inicios
del siglo XX con la física cuántica, y es que de repente
se zarandeó todo mi mundo.

Más que cómo transmitir la pasión
por la física o por la ciencia, yo casi, casi diría
cómo no cortar las alas a los niños. De hecho, el otro día leía
que un niño de cuatro años hace una media
de unas 473 preguntas al día. Muchas veces,
algunas de las preguntas que hacen estos niños
son extraordinarias. Recuerdo una anécdota
de un compañero físico que contaba: “Mira, estaba yo
haciendo dormir a mi hija pequeña y le estaba explicando la relatividad”, que digo yo: “Vaya cosas
para intentar dormir a un niño”, pero bueno, "Y le estaba hablando
de cómo la velocidad de la luz es el límite cósmico,
que no se puede ir más rápido que la velocidad de la luz
y de repente, se levanta de la cama y me dice: 'Entonces, papá,
¿la velocidad de la oscuridad cuál es?'. Yo me quedé completamente parado,
bloqueado y diciendo: ‘Ostras,
¿cómo le respondo ahora a esto?’”. Estas preguntas que hacen los niños
son preguntas, muchas veces, que tocan la clave.

Los adultos,
a veces porque también estamos con nuestras cábalas diarias, nuestras preocupaciones
o incluso, a veces, con nuestras propias frustraciones
de no saber todas las respuestas, muchas veces optamos por decir: “Anda, vete a jugar
y no molestes a los mayores”. No hay mejor manera de arrancar las alas
de la pasión por el conocimiento que precisamente estas reacciones,
cuando quizás lo mejor es decir, si viene un niño y te pregunta cosas como una pregunta
que me hicieron una vez: “Si la Luna gira alrededor de la Tierra
y la Tierra gira alrededor del Sol, ¿alrededor de qué gira el Sol?”, que sería una pregunta
de estas que dices: “Tierra, trágame.
¿Ahora qué le respondo?”. Tenemos la opción que decíamos antes,
ignorarla y escurrir un poco el bulto. Sin embargo, si nos animamos
y tomamos la decisión de decirle: “Mira, pues la verdad
es que no sé la respuesta, pero vamos a investigarla juntos”. Si tomamos ese camino,
podemos llegar a descubrir que si viajamos 26.000 millones de años
hasta el centro de la galaxia, hasta el centro de la Vía Láctea,
en realidad, descubriríamos lo que algunos astrónomos
han descubierto no hace mucho, que en el centro de la Vía Láctea
hay un agujero negro supermasivo, que es precisamente aquello tan poderoso
que es lo que hace que las estrellas de nuestra galaxia,
incluso nuestro sol y nosotros ahora mismo
estemos dando vueltas alrededor de este centro de la galaxia.

Es lo que ocurre con la educación,
también. Muchas veces, cuando enseñamos ciencia
¿qué nos sucede? Nos quedamos atrapados en los detalles,
resolvemos las partes de una célula, ayudamos o enseñamos
a resolver una ecuación diferencial. De ese modo,
la ciencia queda inerte, sin vida. En cambio,
si llevamos a nuestros estudiantes y llevamos a nuestros niños
más allá de las estrellas y les enseñamos cuál es el resultado
de adentrarse en estas preguntas, en estas cuestiones, pues acaban… Y con cuestiones de interés, por ejemplo,
que una ecuación diferencial es el motivo
por el que el Sol está brillando y cómo, por ejemplo,
con las explosiones de esas estrellas, precisamente
como fruto de ese polvo estelar, llegan elementos
como el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos y acabamos descubriendo
algo tan poético como que no somos más
que polvo de estrellas. Es entonces
cuando la ciencia cobra vida, es entonces cuando podemos
enamorar a nuestros niños para que sigan haciendo ciencia
y conseguir que hagan lo que deben hacer,
y que sean grandes exploradores ya desde pequeños.

Hola Sonia,
me ha llamado mucho la atención que siendo científica
y estudiando ciencia, hayas sido nombrada
una de las 100 personas más creativas del mundo en 2017. Me gustaría saber
qué relación le das tú a la ciencia con la creatividad. En realidad, ciencia y creatividad
se alimentan la una a la otra. Fíjate que es curioso
que la visión que tenemos muchas veces de los científicos
es que son cabeza cuadrados y siempre van
haciendo las cosas bien rígidas. Sin embargo,
nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo,
pensad que los científicos están constantemente
explorando cosas nuevas.

Yo los veo más que nada como eso,
como exploradores, pues se mueven en terrenos
donde no ha estado nunca nadie antes. Y sí que es cierto que,
fíjate cómo la ciencia y la creatividad, probablemente, el fruto
que vemos nosotros como espectadores, lo tenemos muy presente
en la ciencia ficción. Sin ir más lejos, fue Arthur C. Clarke,
que era científico, quien fue uno de los autores de ‘2001 Odisea en el espacio’, que es una de las obras maestras
de la ciencia ficción. De hecho, Arthur C. Clarke era físico
y cuando mandáis un WhatsApp o cuando miráis vuestro teléfono móvil
os podéis acordar de él, porque fue precisamente
quien hizo la teoría de que las órbitas geoestacionarias, que son las órbitas
que están en la Tierra, alrededor de la Tierra,
podían ser usadas por los satélites de comunicación.

Sin ir más lejos, tampoco,
tenemos desde hace poco la película ‘Interestelar’. En la película Interestelar,
también, el guion estuvo trabajado muy estrechamente con físicos. Hablan de una manera divulgativa,
pero también muy precisa, por ejemplo,
de lo que son los agujeros negros. Para poder explicar los agujeros negros, que allí ponen
algunos ejemplos buenísimos también, tenemos que remontarnos, ni más ni menos
que a las explicaciones, a las ecuaciones de Albert Einstein
de la teoría de la relatividad general. Einstein, cuando postuló
la teoría de la relatividad general, quería dar respuesta
a una de las preguntas que habían quedado en el aire desde
nada más y nada menos que Newton. Cuando Newton explicó
la fuerza de la gravedad, que seguramente todos habéis estudiado
en el instituto, en bachillerato, explicaba por qué, como decíamos antes,
la Luna gira alrededor de la Tierra.

Sin embargo,
Einstein fue a tocar la llaga y ver cómo funciona
la fuerza de la gravedad, algo que ni siquiera Newton
había respondido. Einstein, para conseguir explicarlo, hizo un ejercicio
de unificación extraordinario, unificó el espacio y el tiempo, y lo unificó en lo que él llamaba
un tejido espacio-temporal. Y era precisamente
ese tejido espacio-temporal lo que hacía que existiese
la fuerza de la gravedad. Para poner un ejemplo muy, muy gráfico, imaginaos
que este tejido espacio-temporal fuese un colchón, un colchón cósmico,
y pusiésemos el Sol en medio de este colchón. Lo que haría
sería doblar este colchón cósmico, y es precisamente
al doblarse el espacio-tiempo que la Tierra gira a su alrededor.

Imaginaos
que pasáis la noche con una persona más corpulenta que vosotros
en uno de estos colchones viejos, también, si la persona
que está más corpulenta está a vuestro lado,
lo que haría sería doblar ese colchón y vosotros os pasaríais la noche
evitando caer hacia él. Del mismo modo, este colchón cósmico,
cuando ponemos algo con masa, por ejemplo el Sol, lo que hace
es deformar el espacio-tiempo y hace que los planetas,
por ejemplo, en este caso la Tierra, giren alrededor del Sol,
exactamente igual que nosotros giraríamos
hacia la persona corpulenta que está a nuestro lado. Para poner el ejemplo
de lo que sucede con un agujero negro, sería poner una cosa todavía más pesada
en este colchón cósmico y se iría hundiendo,
hundiendo, hundiendo.

Vamos a hacerlo un poquito más gráfico.
Álvaro, me aprovecho de que me has hecho la pregunta y mira,
si nos podéis traer un pañuelo y algo para poner en medio…
perfecto. Muchas gracias. Mira, simplemente ayúdame a extenderlo
y vamos a simular que esto es el tejido espacio-temporal
del que nos hablaba Albert Einstein. Fijaos que si no hay nada,
el tejido del espacio-tiempo se queda inalterado, pero en el momento
en el que ponemos un objeto, por ejemplo esta manzana, ¿qué sucede? Fijaos cómo se ha doblado
el espacio-tiempo. Es precisamente al doblarse así
que los planetas girarían alrededor del Sol, si fuese esta manzana de aquí. Si ponemos una cosa todavía más densa,
más pesada, en este espacio, ¿qué sucedería? Vamos a simularlo
como que lo vamos haciendo… aflojando un poquito más.

Fijaos cómo se va hundiendo más,
y más, y más, y más en el espacio-tiempo. Va doblándose, doblándose,
doblándose, hasta que al final ¿qué sucede con un agujero negro? Es un punto tan, tan denso
que lo que hace es hundir el espacio-tiempo
hasta que hace un agujero. Entonces todo lo que cae dentro,
absolutamente todo, queda ahí atrapado para siempre jamás. De hecho,
absolutamente nada puede escapar de un agujero negro, ni siquiera la luz. Es por eso que les llamamos,
precisamente, agujeros negros. Gracias por tu ayuda, Álvaro.
-De nada. Hola Sonia, eres autora de la trilogía
‘La puerta de los tres cerrojos’, donde explicas conceptos de física
a adolescentes y que están teniendo también mucho éxito
entre un público más adulto. ¿Cómo haces para explicar conceptos tan complejos
de una manera tan accesible? Pues ese fue precisamente
uno de los grandes retos. El meter conceptos, sobre todo
en ‘La puerta de los tres cerrojos’, al final,
‘La puerta de los tres cerrojos’ es una historia de fantasía.
Es una historia para niños.

Bueno, a mí me gusta decir
que es para niños de 9 a 99 años, porque normalmente, como decíamos, lo decíamos ya al principio,
el término “física cuántica” atrae tanto como asusta. Entonces, yo recuerdo que el motivo por el que acabé escribiendo este libro,
esta trilogía, fue precisamente a raíz
de una conferencia que estaba dando
a público no científico. Y una de estas conferencias
la di en casa de un amigo, Francesc Miralles,
que es escritor también, y él invitó como público,
al igual que estáis vosotros ahora, pero en ese caso eran todos escritores
y también editores.

Recuerdo
que cuando terminó la conferencia, una de las editoras
se acercó a mí y me dijo: “Sonia, ¿por qué no plasmamos esto
en un libro?”, que acabó siendo el libro
‘La puerta de los tres cerrojos’, y yo pensé:
“Bueno, hay muchos ensayos, hay muchos libros ya
de divulgación científica, ensayos para adultos
sobre lo que es la física cuántica. Lo que pasa es que están hechos
y elaborados también de una manera relativamente compleja, es decir,
normalmente el objetivo de estos libros es gente que está acostumbrada
a leer libros sobre ciencia”. Entonces pensé
que a mí lo que me interesaba era precisamente llegar a las personas
a las que les puede asustar la ciencia.

Pensaba
en cómo brindarles la oportunidad de poder disfrutar de algo que,
a mi modo de ver, es tan apasionante, no solo para los científicos,
sino también para el público en general. Eso es una diferencia, por ejemplo,
en cómo leen un libro como ‘La puerta de los tres cerrojos’
los adultos y los niños. Los adultos, muchas veces,
cuando les dices que una partícula, que nos forma a nosotros también
puede estar en dos sitios a la vez, el adulto se queda bloqueado diciendo: “Esto es imposible.
Esto no es lógico, no es racional”. Sin embargo, los niños,
que están acostumbrados a la fantasía y a dejarse fluir mucho más
acostumbran a seguir ese concepto y consiguen profundizar mucho más.

De hecho, uno de los de los objetivos de que en
‘La puerta de los tres cerrojos’, se use la fantasía,
es precisamente dejar de lado la parte más racional de nuestro cerebro
y utilizar el pensamiento lateral. También hago uso dentro del libro de algunos acertijos
de pensamiento lateral y si os fijáis, no están puestos
de manera aleatoria o para disfrute de los lectores,
que también, sino que está un poco hecho
con la intención de hacer una especie de desbloqueo neurológico, porque en el momento
en el que estoy haciendo muchas veces una explicación sobre física,
en que hablo de conceptos que son tan extraños
y que rompen tanto con lo cotidiano, a veces introduzco
uno de estos enigmas de pensamiento lateral
y lo que hace es descolocar al lector, y en ese momento, ¡pum! Es cuando aprovecho
para intentar colar estos conceptos tan antiintuitivos.

Algo no muy sencillo,
porque después, también, para explicar los conceptos de física,
que me preguntabas: "¿Cómo explicas todos estos conceptos
de una manera tan sencilla?". La verdad es que para un físico
es un poco un reto, porque durante
toda la carrera y el doctorado, por ejemplo, nos están enseñando
a escribir de una manera muy precisa. De hecho,
así es el lenguaje de los científicos, completamente preciso,
para que si escribimos un artículo cualquier otro científico
de otro grupo de investigación o incluso de otro continente,
solo leyendo aquel artículo pueda reproducir
el experimento que tú has hecho y de esa manera
también la ciencia va avanzando, también se puede ir verificando. Sin embargo, lo que tuve que hacer para escribir
‘La puerta de los tres cerrojos’ es olvidarme de ese lenguaje tan preciso
y utilizar la magia, la fantasía, las metáforas y las historias para explicar
estos conceptos tan antiintuitivos.

Pero bueno, fue muy divertido,
tanto, que no me quedé en uno, sino que acabó convirtiéndose
en una trilogía. Hola, Sonia,
te hemos leído en numerosas ocasiones que la filosofía y la ciencia
tienen mucho que ver. ¿Podrías explicarnos la relación
que tienen filosofía y ciencia? Para los antiguos griegos,
que fueron los que, un poquito, empezaron a intentar descifrar
cómo funcionaba el cosmos, el universo en el que vivimos,
filosofía y ciencia, filosofía y física
estaban completamente entrelazadas e iban de la mano.

Sin embargo, esa escisión
se hizo un poco, precisamente, cuando nació el mecanicismo,
la física clásica, cuando en realidad
física, ciencia y filosofía ciencia y humanismo
están mucho más entrelazadas de lo que nos pensamos. Al fin y al cabo,
la física no sólo nos explica cómo funciona
en la práctica nuestro universo, sino que precisamente gracias a ella
tenemos una visión filosófica de cómo funciona el universo. Antes decíamos
cómo la física clásica la visualizábamos como una gran maquinaria,
como aquel reloj suizo gigantesco, y cómo la física cuántica
de repente pone en jaque todas las verdades
que habíamos dado por asumidas y las convierte
en verdades provisionales, nos damos cuenta
de que las cosas van cambiando. Nos damos cuenta de que este reloj
es como si estallase y de repente
estamos completamente interrelacionados con el universo
que estamos intentando explicar.

Pasamos del determinismo,
que es una visión filosófica de cómo funciona el mundo
a un indeterminismo: ¿hay un guion escrito
o lo vamos escribiendo a medida que vamos viviendo? Todas estas cuestiones,
aunque no las toque la física en sí misma,
sí que surgen de las explicaciones, al fin y al cabo,
de cómo funciona el universo en el que estamos viviendo. Así, por ejemplo,
como quizás la línea de pensamiento que atribuiría más a la física clásica,
al mecanicismo, es la de Demócrito, la de pensar
que las cosas existen allá afuera, esté yo observando o no,
que está todo ordenado y se puede dividir todo
en pequeños pedacitos, para mí la línea de pensamiento
que se acerca más a la física cuántica es quizás la de Platón, y sobre todo,
recordando el mito de la caverna. No sé si lo conocéis todos, pero bueno,
os lo voy a recordar si no.

El mito de la caverna de Platón decía: "¿Qué sucedería
si cogiésemos a unas personas que nunca hubiesen visto
absolutamente nada, las encerrásemos en una cueva y pura y simplemente
su percepción de los objetos fuese a través de sombras?", es decir, los forzarían
solo a ver las paredes de la cueva y las sombras de objetos reales
que pasaban por detrás de ellos. Para esas personas
la realidad sería en dos dimensiones. Sería una realidad de sombras. Eso suscitaba la cuestión
de qué es la realidad. Los físicos clásicos,
los físicos de antes del siglo XX, pensaban que lo que estaban explicando
del universo era la realidad última, que las cosas eran así y punto. Sin embargo, hoy en día los científicos sabemos
que el mundo que estamos explicando es pura y simplemente unas sombras,
igual que aquellas personas del mito de Platón
que estaban condenadas a ver ese universo en dos dimensiones
y a expresar solo las sombras y jeroglíficos
de cómo funciona el universo.

Por lo tanto, hoy en día,
básicamente casi, casi sabemos que sabemos bien poco de aquello
que estamos intentando estudiar. A mí me parece un ejercicio de humildad, también, esperanzador y de pasión, ver que estamos
simplemente a las orillas de un océano cósmico por explorar. Pero fijaos cómo la influencia
de nuestra visión cosmológica, de cómo funciona el universo,
de la filosofía que hay por detrás, cambia muchísimo,
ya no solo hacia afuera, sino también hacia adentro,
en cómo nos comportamos nosotros en nuestro día a día
con todo aquello que nos rodea.

Para mí, por ejemplo, uno de los ejemplos de la física que pone de manifiesto
esta nueva manera de observar la realidad es la dualidad de una partícula
que hablábamos antes. Fijaos cómo los científicos,
los mecanicistas, pensaban que la luz,
por ejemplo, era una onda, una onda similar al sonido. Vosotros sabéis que me estáis escuchando
porque la voz se propaga como una onda hasta que llega a vuestros oídos,
que hacen de detector, y podéis escucharme,
pues la luz es una onda, no exactamente igual,
pero una onda similar. Los físicos clásicos
asumieron y aceptaron que la luz era una onda. Sin embargo, por ejemplo,
en 1905, un joven trabajador de una oficina de patentes,
de hecho era un oficial de tercera, llamado Albert Einstein,
publicó unos artículos que cambiarían completamente la física. Uno de ellos era, precisamente,
sobre la naturaleza de la luz y consiguió explicar
el efecto fotoeléctrico, precisamente aceptando que la luz
estaba formada por partículas, por pequeñas bolitas de billar.

Con eso rompía completamente el concepto de que la luz era una onda. Sin embargo,
conseguía explicar un experimento, que era el experimento
del efecto fotoeléctrico. Sin embargo, fijaos que los científicos,
aunque consiguieron explicar el efecto fotoeléctrico
gracias a la explicación de Einstein, quedaron un poco consternados
porque decían: “Bueno, al final la luz ¿qué es? ¿Es una onda o es una partícula,
como dice Albert Einstein y nos dice el efecto fotoeléctrico?”. Sin embargo, Einstein,
que probablemente ya tenía bastante flexibilidad mental, dijo: “El problema no es si la luz
es una onda o una partícula, no está en la respuesta, sino en la pregunta
que nos estamos haciendo. La luz no es una onda o una partícula, sino que es las dos cosas
simultáneamente”, pero todavía es más curioso con la luz, dependiendo de cómo miremos la luz o cómo le preguntemos
a la luz lo que es, nos da una respuesta o nos da otra. Si hacemos, por ejemplo,
el experimento de la doble ranura, en el que hay interferencias de luz,
como las que podemos ver en efectos ópticos que hay aquí,
en esta sala, la luz nos responderá que,
efectivamente, es una onda como la del sonido
que decíamos antes.

Sin embargo, si hacemos el experimento
del efecto fotoeléctrico, la luz nos responde
que es una partícula. Es decir, fijaos cómo dependiendo
de la pregunta que hacemos, dependiendo de cómo la estamos mirando,
la luz se comporta de una manera o se comporta de otra. Pues llega a ser incluso
un poquito caótico. A mí me gusta mucho la imagen
que veis aquí atrás, porque para mí ejemplifica muy bien
el ejercicio que hizo Albert Einstein. Veis que la figura
no deja de ser un cilindro, pero los que miran
la proyección de esta figura desde este lado de aquí,
lo que observan es un cuadrado. Sin embargo, los que lo miran
desde la otra proyección lo que están observando es un círculo. Y uno diría que un círculo
jamás puede ser un cuadrado.

Sin embargo,
lo que hizo Albert Einstein, o lo que hay que hacer muchas veces
en las situaciones que vivimos en nuestro día a día,
es ponernos desde otra perspectiva y ver que efectivamente, un cilindro,
dependiendo de cómo se mire, puede ser, o bien un cuadrado,
o puede ser un círculo. Con la luz, o con las partículas,
sucede lo mismo. Pueden comportarse como ondas
o como pequeñas bolitas de billar de materia que nosotros conocíamos. Una de las cosas
que me gustan mucho de la física es que incluso
los que no somos científicos, o los que no sois científicos,
también es una invitación no solo para reflexionar en la filosofía y cómo funciona
el cosmos que está ahí fuera, sino que también muchas veces
nos invita a pensar y hacernos cuestiones
tanto filosóficas como personales, y es cómo funciona también esta máquina,
ya sea clásica o cuántica, que tenemos
sobre nuestros propios hombros. Hola Sonia, encantada de conocerte. Mira, se escucha que la física cuántica
promete importantes cambios tecnológicos y que,
junto con la inteligencia artificial, va a jugar un papel muy importante en el desarrollo
y el avance de nuestra sociedad.

¿Qué nos puedes contar sobre esto? Pues bien, fíjate
que cuando hablamos de física cuántica, un poquito como hasta ahora,
a veces parece que estemos hablando de cosas completamente abstractas, del mundo
de los de los físicos teóricos, y que básicamente
lo que hacemos los físicos cuánticos es que nos encerramos en laboratorios
y hacemos unas elucubraciones mentales de lo más extrañas. Sin embargo,
nada más lejos de la realidad. La física cuántica
es totalmente pragmática.

De hecho, de momento
es la teoría científica más precisa que hemos tenido jamás. No ha habido hasta la fecha de hoy
ningún experimento que la invalide y, de hecho, nos ha dado una precisión
a la hora de realizar medidas o hacer experimentos
que jamás habíamos tenido. Y para ponernos un poco más mundanos,
más de un tercio de nuestra economía depende de la física cuántica. Solo hace falta
entrar en un supermercado o en un centro comercial para darnos cuenta
de que la física cuántica la tenemos en nuestro día a día.

Solo entrar, las puertas,
cuando se abren de manera automática, es precisamente
gracias a una célula fotovoltaica, es lo que hace la magia
de que las puertas no necesiten que nosotros hagamos ningún esfuerzo, eso nació gracias
a lo que tenemos de la física cuántica. Cuando pasamos a calentarnos
un vasito de leche en el microondas por la mañana a primera hora,
eso lo podemos hacer precisamente gracias a la física cuántica. Por lo tanto, imaginaos cuán rodeados
de esta tecnología estamos. Se habla mucho últimamente,
ha sido portada de periódicos, por ejemplo,
de los ordenadores cuánticos. Todos sabéis que los ordenadores,
los ordenadores clásicos han ido haciendo una evolución
de capacidad de cálculo tremenda. Se llama la ley de Moore,
cómo va creciendo exponencialmente la potencia de nuestros ordenadores. Pero fijaos cómo,
aunque los ordenadores clásicos crezcan de manera exponencial,
también lo hacen porque los chips se van haciendo cada vez más pequeños.

Pero hecha la ley, hecha la trampa:
chips más pequeños empiezan a entrar
en el régimen del mundo cuántico, y ahí empiezan
las cosas clásicas a no funcionar, los electrones atravesarían
las paredes de los circuitos y aquello se volvería
absolutamente un caos. Pero bueno, tenemos la alternativa
con los ordenadores cuánticos. Los ordenadores cuánticos,
en vez de con bits, sabéis que los ordenadores clásicos
funcionan con bits de información, unos y ceros,
pasa corriente, tenemos un uno, no pasa corriente, tenemos un cero,
y así generan sus algoritmos. Sin embargo, los ordenadores cuánticos
funcionan con lo que llamamos cúbits. No es un cero o un uno,
sino con ceros y unos simultáneamente. Con eso, lo que tenemos al final son ordenadores
que podrían llegar a funcionar con una capacidad de cálculo más grande
que si todos los ordenadores clásicos estuviesen computando simultáneamente. E incluso más allá,
serían capaces de hacer cosas imposibles para los ordenadores normales. Fijaos que eso nos va a dar
unos avances extraordinarios.

Por ejemplo, en el campo de la medicina se podrán desarrollar
medicamentos nuevos, porque podremos simular
por primera vez la materia, pero a nivel de átomos
o moléculas directamente fundamentales, cosas que hasta ahora
no se pueden hacer, precisamente porque tienen
comportamientos cuánticos. Un ordenador cuántico podría hacerlo. Esa es alguna, por poner un ejemplo,
algunas de las tecnologías que nos deparan y ya tenemos
a la vuelta de la esquina. Hola, Sonia, como has dicho antes, has trabajado en dos lugares muy famosos
del mundo de la ciencia, tanto en el acelerador de partículas
del CERN como en el laboratorio de Los Álamos. Entonces, a mí me gustaría saber
qué te han aportado estas experiencias. Pues la verdad es que sí que es cierto
que tuve la suerte de poder disfrutar
de estar en dos de estos centros. Por ejemplo, el CERN, el Centro Europeo
de Investigación Nuclear.

El CERN fíjate que se creó, precisamente, después
de la Segunda Guerra Mundial. En Europa, la mayoría de científicos,
debido a la guerra, precisamente, emigraron hacia Estados Unidos. Uno de los objetivos fue, primero, frenar esa migración de científicos
hacia Estados Unidos, y después, también,
seguir desarrollando el mundo de física de partículas
que había nacido, aunque de manera triste, precisamente
a partir de la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló ese Centro Europeo
de Investigación Nuclear que está en Suiza,
en la frontera entre Francia y Suiza.

De hecho, allí está ahora mismo el LHC,
que es un gran acelerador de unos 27 kilómetros de circunferencia, que está enterrado
a unos 100 metros bajo el suelo, donde se aceleran protones, las partículas
que están dentro de los núcleos, a grandes velocidades
en estos aceleradores y los hacen colisionar,
básicamente con el objetivo de intentar recrear
el origen del universo. A mí me gusta pensar
en el CERN como una máquina del tiempo, porque básicamente lo que hacemos
es intentar trasladarnos hacia el origen del cosmos
para conseguir explicar la complejidad de lo que se ha transformado
hoy en día nuestro universo.

Cuando estuve allí, la verdad
es que para mí era fascinante, porque el CERN, como decíamos,
realmente cumplió su objetivo y se ha convertido hoy en día
en la catedral del conocimiento en cuanto a física, del conocimiento
de la física moderna. Para mí es fascinante,
no solo como experiencia, yo era una joven investigadora
cuando estaba allí, era muy jovencita, no como experiencia
simplemente académica, sino también
a la hora de la convivencia. Fíjate cómo en ese centro,
aunque es un centro europeo, actualmente hay colaboraciones
de gente absolutamente de todo el mundo. Yo recuerdo
cómo allí estábamos científicos de muchísimos países,
de muchísimas razas, incluso de muchísimas religiones, todos trabajando
con un objetivo en común, un objetivo muy fuerte,
como es el comprender cómo se originó el universo.

Yo recuerdo alguna anécdota
de lo que llega a suponer trabajar en un ambiente internacional, pero con un propósito
también tan fuerte. Recuerdo que, muchas veces,
lo que hacíamos con algunos compañeros era que, a la hora de comer,
la cafetería de la ONU, de las Naciones Unidas,
que estaba allí en Ginebra, que estaba relativamente cerca,
la verdad es que tenía un menú un poquito más bueno que el que teníamos
los científicos en el CERN. Entonces, a veces nos
metíamos unos cuantos en un coche y nos íbamos para allá. Normalmente coincidía que éramos gente,
como decía, de distintas nacionalidades, razas, religiones o cualquier cosa.
Tampoco nos fijábamos mucho. Pero una cosa
que sí que me llamó la atención es que cuando llegabas
a la cafetería de las Naciones Unidas, acostumbrabas a ver,
se supone que es Naciones Unidas, sí que es cierto que veías gente
de muchas nacionalidades, pero los acostumbrabas a ver en grupos,
comiendo cada uno en sus mesas. Sin embargo,
éramos nosotros, los científicos, que íbamos gente de todas partes,
realmente integrados, todos juntos.

Y una de las cosas que a mí me fascinaba
es cómo una de las cosas que tiene la ciencia,
de las propiedades que tiene, es que cuando hay una meta tan fuerte,
un propósito común como es
el de la investigación fundamental, desaparecen cuestiones de género, desaparecen cuestiones de razas,
de nacionalidades y credos. Y de hecho ha sido estudiado,
el CERN, como uno de los centros donde se establecen,
aparentemente de manera natural, colaboraciones tan estrechas y precisamente
donde se borran esas fronteras que, de manera ilusoria y tan absurda, tantas veces nos separan. El CERN también es fascinante
porque, como decíamos, es un lugar donde se donde se juntan algunas de las personas
más extraordinarias.

De hecho,
era bastante frecuente ir a desayunar y encontrarte en la cafetería
un premio Nobel. Os he traído una fotografía,
no sé si me la podéis poner, que a mí me gusta mucho,
le tengo mucho cariño. Una fotografía en la que estábamos
desayunando en la cafetería, precisamente, con este personaje,
con Murray Gell-Man, uno de los premios Nobel. Precisamente, ganó el Premio Nobel por descubrir o teorizar
sobre los quarks, las partículas
que hay dentro de los núcleos atómicos. Pues era bastante frecuente
poder acercarte a ellos de manera normal
y poder comentar tus dudas, tus inquietudes y que ellos
te motivasen y estimulasen. Se rompían las fronteras,
como decíamos antes, no solo de nacionalidades,
sexos y religiones, sino también
como de estatus de conocimiento, y para mí
eso es una experiencia extraordinaria. En el laboratorio de Los Álamos,
por otro lado, por ejemplo, que también tuve la suerte
de hacer una colaboración allí, me interesó mucho ir,
más que nada por motivos históricos.

Sabéis que Los Álamos,
ya como ciudad, de hecho, nació para albergar este laboratorio
y fue precisamente en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Nació con el objetivo
de albergar a un grupo de científicos que estaban desarrollando
el “Proyecto Manhattan”. El Proyecto Manhattan
nació a petición de algunos científicos, entre ellos Albert Einstein,
cuando escribieron una carta al presidente Roosevelt,
de aquella, en Estados Unidos, advirtiendo de que los nazis
estaban trabajando en lo que se llamaba la fisión atómica y ellos estaban preocupados por que pudiesen utilizar
la energía resultante de separar los núcleos de los átomos, precisamente,
para desarrollar bombas letales. El presidente Roosevelt hizo caso
y puso a Oppenheimer delante del Proyecto Manhattan,
del desarrollo de lo que acabaría siendo la primera bomba atómica. Pienso que precisamente
estar en un lugar como este, como Los Álamos,
donde se desarrolló y nació el Proyecto Manhattan,
sirve también como lección para todos los científicos
y para todos los jóvenes, también, de historia, para comprender
que nuestras investigaciones pueden tener un resultado, al final tendrán una implicación ética
muy importante.

Se pueden utilizar para objetivos
como conocer el origen del universo, pero también
para desarrollar una bomba atómica. Fueron unas 250.000 almas las que se convirtieron
en la moneda de cambio para poder obtener una bomba atómica. Por lo tanto, es un lugar
que invita también a la reflexión y a los planteamientos éticos
de cuáles serán los resultados de tus investigaciones científicas. Para mí, poder haber estado
en estos dos grandes centros me ha nutrido,
quizás más que como científico, como persona, como ser humano. Hola, Sonia, en relación a tus libros, has puesto muchos problemas, ejemplos, y me gustaría saber a día de hoy
cuál es el que te sigue fascinando y por qué. Mira, probablemente
una de las cuestiones, cuando tengo que explicar,
que más me fascina, es precisamente
una de las preguntas abiertas en el campo de la física moderna y es, precisamente, el matrimonio entre mecánica cuántica,
física cuántica y relatividad general, la teoría de la relatividad general.

Sabéis que hoy en día la física moderna está basada en dos pilares,
estos dos pilares que acabo de decir. Por un lado, una parte de la física
que nos explica cómo se comportan las partículas diminutas, los átomos,
con sus partículas fundamentales, todos estos comportamientos tan extraños
que hemos estado diciendo. Por otro lado, el otro pilar es, precisamente,
el de la relatividad general, que antes hemos puesto un ejemplo
con Álvaro de cómo funcionaba este colchón cósmico, nos describe cómo se mueven las galaxias, las estrellas y los
planetas. Sin embargo, estamos bajo un techo con dos pilares de dos teorías
que no se llevan bien. No hay una sola ecuación
que nos explique cómo se comporta
desde la partícula más pequeña a la galaxia más gigantesca. De hecho, sabemos que la física, sus teorías deben cumplirse siempre. Si las leyes de la física cuántica
se cumplen siempre y las leyes de la relatividad
se cumplen siempre, hoy en día en física resulta
que tenemos dos “siempres” distintos.

No se llega a hacer una conexión,
como decíamos, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Esta es una de las grandes incógnitas
que todavía vive, hoy en día, en el mundo de la física,
y es si existe esa teoría unificada, una teoría
que nos podamos imprimir en una camiseta y que nos explique desde lo más pequeño
hasta lo más grande. De hecho, sí que es cierto
que hay algunas candidatas a teorías, como es por ejemplo
la teoría de cuerdas, no sé si alguna vez
habéis oído hablar de ella.

Básicamente, la teoría de cuerdas nos dice que incluso más allá
de estas partículas fundamentales que nosotros decíamos,
absolutamente todo en el cosmos está formado por pequeñas cuerdas,
y dependiendo de cómo oscilan o vibran esas cuerdas,
surgen unas partículas, como el electrón, u otras,
como los fotones o como los muones, etc. Básicamente,
sería como cuando coges un violín, no sé si sois músicos,
dependiendo de dónde pones el dedo surge una nota o surge otra. Pues, de hecho,
la teoría de cuerdas postula que es como si fuera
una sinfonía cósmica, dependiendo
de cómo vibran estas pequeñas cuerdas, surgen unas partículas o surgen otras,
hasta generar el mundo, el universo que vemos hoy en día. Esta teoría de cuerdas,
que de momento es más una hipótesis que una teoría,
porque básicamente es una hipótesis matemática
muy elegante, pero todavía no se ha podido falsear
mediante un experimento, que es lo que hoy en día
nos denota la buena ciencia, que las hipótesis pueden
ser contrastadas con experimentos, sin embargo, sí que es cierto
que es una teoría muy elegante.

Aparte de conseguir explicar o unificar desde lo más pequeño a lo más grande,
lo hace, sin embargo, a costa de otras cosas que también nos pueden resultar
un poquito extrañas. Y es que la teoría de cuerdas,
para que pueda existir, nos dice que no vivimos en un universo
de tres dimensiones espaciales y una temporal:
alto, ancho y largo más el tiempo, sino que vivimos en un universo
de 14 dimensiones, es decir, muchas más
de las que incluso nuestro cerebro puede ser capaz de comprender.

A mí me gusta mucho una analogía,
no sé si conocéis la del mundo plano, “flatland”, que era de un autor,
volviendo otra vez a unir humanismo y ciencia,
que habíamos mencionado antes, un autor que narraba cómo sería un mundo
en el que se vive en dos dimensiones, y como sería casi, casi imposible
concebir el arriba y el abajo. Pues un poquito nos pasa lo mismo
que a los ciudadanos que vivirían en este mundo de “flatland”,
de simplemente dos dimensiones.

Tenemos que abrir nuestra mente,
por abstracto que nos parezca, a intentar aceptar que probablemente
vivimos en un mundo con más dimensiones que aquellas que nuestros sentidos
y nuestro cerebro y nuestra lógica nos permiten asumir e interiorizar. Hola, Sonia,
yo soy Hugo y mi pregunta es: ¿cuáles son los obstáculos que tiene a día de hoy
el progreso científico? Mira, yo listaría quizás como tres, algunas de las barreras
que el progreso científico tiene que conseguir atravesar. La primera de todas sería esta escisión
que hay entre humanismo y ciencia. Fíjate que en los últimos años el conocimiento científico
se ha ido encerrando en los departamentos
de las universidades, que acaban oscureciéndolo casi más
que en los antiguos Oráculos de Delfos, bajo el nombre
de "física de materia condensada", "óptica cuántica"
y nombres tan extraños, parece que se vaya enterrando
y especializando todo este conocimiento. De hecho, había un humanista,
un filósofo, que decía que en la sociedad moderna
nos estamos especializando tanto que vamos sabiendo
cada vez más de cosas más pequeñas, hasta que al final
lo sabremos todo de nada.

Yo pienso que, precisamente esta frase, muestra muy bien o plasma muy bien uno de los problemas
de esta excesiva especialización y de esta escisión tan fuerte
que hay entre humanismo y ciencia. Por otro lado,
y otro de los grandes retos que tiene la ciencia y sobre todo,
por ejemplo en nuestro país, de las barreras
que tiene que atravesar sí o sí, es precisamente
en los recortes tan fuertes que hay en investigación, en I+D+i, fijaos cómo de alarmantes son los datos que da la
Confederación de Sociedades Científicas: alertó que, así como en países europeos se han aumentado en un 27,4%
las inversiones en I+D+i, en España las hemos recortado
más de un 15% Es decir,
llevamos más de 20.000 millones de recortes en ciencia acumulados, invertimos menos hoy
en investigación y en desarrollo que hace diez años.

Estamos, hoy en día,
y no paramos de verlo en las noticias, la fuga de talentos
a la que estamos sometidos. En España estamos formando
científicos extraordinarios, tenemos estudiantes brillantes, eso es dinero, es oro en estado puro y estamos dejando
que se escape al extranjero. De hecho, sí que es cierto
que en estos últimos años hemos estado pasando
por crisis económicas muy fuertes, y en una sociedad en democracia
como vivimos, somos nosotros, somos los ciudadanos
los que deberíamos presionar a nuestros políticos,
para que destinen los presupuestos a aquello que nosotros consideramos
que es importante. Por eso también pienso que es importante
que seamos conscientes, los ciudadanos, del impacto económico
que tiene invertir, precisamente, en ciencia y en desarrollo,
porque muchas veces pensamos, o tenemos la falsa creencia,
de que esos presupuestos van a parar a un saco vacío
y, sin embargo, nada más lejos de la realidad.

De hecho, hay numerosos estudios que demuestran
que no son los países más ricos los que invierten en ciencia,
sino que esos países son más ricos, precisamente,
porque invierten en ciencia, y aquí es donde lanzo
una de las preguntas clave sobre la mesa, y es dónde están,
precisamente, nuestros intereses y lo que vendría a ser el tercer punto
de las barreras que tú me pedías. Y era, precisamente,
cuál es la cultura científica, y si debemos trabajar
en la cultura científica en nuestro país. Pienso que era Ramón y Cajal
quien dijo que al carro de la cultura en España le faltan las ruedas de la ciencia,
y pienso que así es. Probablemente todos reconocemos cuando vemos las caras de los famosos
en los periódicos, a todos nos interesa
dónde han ido de vacaciones, qué coche se han comprado.

Sin embargo, probablemente
muchos de nosotros nos cruzaremos, por ejemplo, como la fotografía
que he mostrado antes, un premio Nobel, y podrían cruzar Madrid en hora punta y pasar completamente desapercibidos. Son estos héroes anónimos, que nos han dado mucho más
que entretenernos, como decíamos antes,
nos han regalado la penicilina, luchan contra la malaria,
nos han conectado a Internet y, en definitiva, permiten
que vivamos hoy en día como vivimos. Cuenta una anécdota
que me contaron hace tiempo, que en Nueva York
había un club regentado por Todd Schorr, en el que una vez estaba el gerente hablando con Sir Alexander Fleming, premio Nobel
y descubridor de la penicilina, estaba con él tomando café cuando, de repente, entró el entrenador
de los Giants de Nueva York y él se levantó y dijo:
“Perdone, doctor Fleming, pero tengo que dejarle,
que ha entrado alguien importante”.

Yo pienso que eso es una anécdota
que ejemplifica cómo de demasiado anónimos son los héroes que tenemos. Yo pienso que, precisamente,
tendríamos que volver a plantearnos quiénes son nuestros héroes
y nuestros modelos a seguir, y no solo eso,
sino también los contenidos, los contenidos que,
por ejemplo, estamos ingiriendo. Yo pienso
que deberíamos ser muy conscientes de que todos los contenidos
que estamos absorbiendo, también a nivel mental,
están haciendo un efecto. Por lo tanto,
deberíamos vigilar un poquito nuestra dieta mental
y replantearnos quiénes son, precisamente,
nuestros héroes y nuestros modelos, nuestros roles a seguir para trabajar, precisamente,
por esa esa cultura científica, también para reivindicar un poquito
el conocimiento, porque…

No solo nosotros
a nivel personal, revindicar, como decíamos antes,
a los científicos, exigirles que realmente inviertan
unos presupuestos decentes a la ciencia. También a los medios de comunicación, pedir que realmente
comuniquen la ciencia como debe ser comunicada, que dediquen
un espacio en sus programaciones para transmitir el conocimiento. También a los profesores,
a que nos los enseñen en las aulas para que podamos disfrutar,
podamos seguir creciendo, formándonos
y desarrollándonos como seres humanos.

Pero ante todo, también, el derecho
que tenemos todos y cada uno de nosotros de disfrutar del conocimiento,
de disfrutar de la ciencia, para poder seguir desarrollándonos
como civilización. Es, precisamente, el conocimiento,
no solo que nos hará libres, sino seguir avanzando como civilización,
y a parte, el conocimiento también, para mí es un ejercicio
inevitablemente de humildad y no hay un área de conocimiento que refleje más
el sentimiento de humildad, probablemente, que la astronomía. Cuando nos damos cuenta
de que nuestros sufrimientos diarios, de que nuestros miedos, insatisfacciones
e incluso nuestras ambiciones, al fin y al cabo son diminutas,
en la inmensidad del cosmos. Hay un texto de Carl Sagan,
una reflexión que, a mi modo de ver es preciosa, que pone, precisamente,
de relieve este ejercicio de humildad que os estaba comentando. Me gustaría,
como cierre y como clausura, y a modo de reflexión,
dejaros con este texto que Carl Sagan escribió
de manera preciosa, y además lo escribió precisamente, a raíz de ver una fotografía, una fotografía de la Tierra que fue tomada
por la sonda espacial Voyager 1 cuando estaban a distancia
de unos 6.000 millones de kilómetros de la Tierra.

Fue, precisamente,
tomada a petición de Carl Sagan. Sagan pidió al equipo
de la NASA que girase la cámara, e hiciese una fotografía de la Tierra,
de nuestro planeta, precisamente, desde esa distancia. La Tierra básicamente
se ve en ese circulito, como si fuese
una pequeñita mota de polvo, y Sagan, de aquella foto
que fue tomada el 14 de febrero de 1990, escribió estas palabras como reflexión. Él dijo:
“Desde este lejano punto de vista, la Tierra
puede no parecer muy interesante, pero para nosotros es diferente.

Considera de nuevo este punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa, eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido,
de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos
que han existido han vivido en él. La suma de todas
nuestras alegrías y sufrimientos. Miles de ideologías,
doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas. Cada cazador y recolector,
cada héroe y cobarde, cada creador
y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino,
cada joven pareja enamorada, cada madre y padre,
cada niño esperanzado, cada inventor y explorador,
cada profesor de moral, cada político corrupto,
cada superestrella, cada líder supremo, cada santo y pecador
en la historia de nuestra especie ha vivido ahí, en una mota de polvo
suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño
en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida
por todos esos generales y emperadores para que, en gloria y triunfo,
pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables
crueldades cometidas por los habitantes
de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles
habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes los malentendidos. Cuán ávidos están
de matarse los unos a los otros.

Cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas,
nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos
una posición privilegiada en el universo. Todo eso es desafiado
por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente
penumbra cósmica. En nuestra oscuridad,
en toda esta vastedad no hay ni un indicio
de que vaya a llegar ayuda desde ningún otro lugar
para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo
conocido hasta ahora que alberga vida.

No hay ningún otro lugar,
al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar: visitar, sí, colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento, la Tierra
es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía
es una experiencia de humildad y formadora de carácter. Tal vez no haya mejor demostración
de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen
de nuestro minúsculo mundo.

Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tomarnos los unos a los otros
más amable y compasivamente. De preservar y querer
ese punto azul pálido, el único hogar
que siempre hemos conocido”. Muchas gracias..

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