a unas morras. – Aquí no hay naiden. – Patrón.
– ¿Qué húbole? – Me acaba de avisar
la gente de Mexicali que unos batos le
están dando vueltas a la fonda de la señora. – Ahí le cuidan las espaldas. – Cuñada, ¿que te ofrezco? ¿Un agua mineral, un güisqui? – ¡¿Qué le hiciste a mi hermana,
hijo de la fregada?! – Queremos revisar
que estés bien, porque investigamos
al psiquiatra que te estaba tratando y tiene denuncias
de abuso sexual. ¿Estás segura de
que no te hizo nada? – Exijo que me la regreses ya. ¡Ay! – ¿"Exijo"?
¡Ni madres! – Te tengo buenas noticias. Hablé con la gente de Pablos. – Pero ¿cómo así?
Hablá claro, hombre. – Tienes razón. Tu hijo sobrevivió al
atentado que le hicieron al tal Duro ese,
al que era el marido tuyo. – ¡Sácalas, sácalas!
¡Vámonos! – ¿Dónde están las morras?
¡¿Dónde están las moras?! ¡Ah, ¿no sabes? ¿No sabes?
Vámonos, Vámonos.
– Los Emes, patrón,
están entrando en esas casas. – Los batos que tenemos allá no
van a poder con ellos, patrón. ¿Qué hacemos o qué? – No te muevas. ¿Hay otras mujeres contigo? – No, estoy sola. – ¿Hay otras mujeres contigo?
– ¡Que estoy sola! – ¡¿Qué ——-
hacías tú con la gente que vende la merca
de los Casillas? – Eso fue idea mía, tío. Quería hacer un acercamiento
y que laven dinero conmigo. – ¿Y por qué no los acabas
de una vez? ¡¿Por qué no los revientas?! Yo te doy los recursos. Pero ¿sabes una cosa? A mí en el fondo me gusta
que sea ambiciosa.
Se me hace que esta
nos puede entregar la cabeza de los Casillas
en charola de plata. [Suena el celular] – ¿Sí? Para ti otra vez. – Bueno. Sí, aquí todo bien,
tranquila, bien aburrido, te podrás imaginar, viéndole
la jeta a este imbécil. – No le des tanta confianza,
prima, no te vaya a salir
con una babosada. ¿Quieres que entremos o qué? – Pues, sí, pa' que sepan que no
estamos hablando por hablar. [Pitido] [♪♪♪] Y ni se te ocurra llamar
a uno de tus matones, ¿eh? que ya sabes lo que
te va a pasar, Jaimito. – Gracias. Pero te recuerdo que la
que trabaja con matones eres tú, no yo, ¿hum? Yo trabajo con gente legal: Policías, militares,
agentes, ¿hum? ¿Cómo ves? – No sabía. – No te equivoques. – No te equivoques tú.
Javi: ¿Y dónde está
el futuro presidente? – ¿Un güisquito, cuñado, o qué? – ¡Uy, sí, hermanito,
estaría bueno! – Adelante, sírvanse.
Es un güisqui puro de malta. Espero lo aprecien. [Risas] – ¿Un sin…?
¿Qué dijo? – ¡Quién sabe!
¡Este bato! Como si no tuviéramos
un friego en el rancho. A mí se me hace que vamos
a tener que explicarle con manzanitas cómo
está la machaca, ¿verdad? – ¿Se puede saber
dónde está mi esposa? A ver, ¿sí se acuerdan
que tiene problemas mentales? Tiene alucinaciones… – No, no, no, tú tranquilo,
Jaimito.
Ella está bien a gusto, ¿no? Está ahí bien cuidadita
con la familia. – Diana, te recuerdo
que yo soy su familia, ¿hum? Ella me eligió a mí
como su esposo. Soy el primero
en la línea de parentesco. – Miren a este. Está pensando en las
propiedades familiares. – ¿Qué te pasa, Diana?
Eso es naquísimo, por favor. Claro que no. Oigan, en serio, no… no me pueden dejar así con esta
incertidumbre, ¿dónde está? – Pues, váyase acostumbrando,
hermano, como a vernos por acá
más seguido.
– Y agradécele a mi jefe que…
sigues vivo, pepas. – Pero, en serio… ¿Qué… qué le voy a decir
al secretario de Seguridad? – Por eso no se preocupe,
hermano, que él no va a hablar. Y los de la DEA son gringos… y este gobierno le da
urticaria los gringos. Ahí nos vemos. – ——-. [♪♪♪] [Ruido al tirar el vaso] [♪♪♪] – Aquí tienes una toalla
y, si necesitas más, hay en el baño. Esta ropa es mía,
pero está limpia y te queda. Este era el cuarto
de tu tía Alba. – Hum, gracias, supongo. – Yo me estoy quedando aquí,
pero te puedes quedar. Y ya viene tu hermana
en camino, ¿eh? Está en buenas manos;
la trae el Isma y el Javi.
– Justo le estaba comentando
sobre su tratamiento. Sigue en etapa experimental. Es totalmente peligroso,
para decir lo menos. Aurelio: ¿A poco sí? – Hay muchas investigaciones sobre el control
de la voluntad, a través de aparatos y drogas. – Bueno, la verdad
es que yo les pedí que ya no me dieran
más sedantes. Entonces, estaban probando
con algo de hipnosis y una cosa eléctrica. – ¡Ah, eso es puro cuento! Lo que necesitas es otra cosa. Aquí te van a apapachar. Lo que tú necesitas
es cariño familiar. – Mira, Aurelio, yo sé bien
que tú sabes perfectamente lo que creo de ustedes. Y sí,
somos familia, pero tampoco
voy a poner cara de: "¡Qué detalle! Gracias
por rescatarme!" Y mucho menos con mi hermana. Pero bueno, ¿para qué perdemos
el tiempo tú y yo, ¿verdad? Sí. – ¿Sabes qué, Berenice?
Me caes muy, muy bien. Toma aire, relájate, respira. Tómate una semana o dos. No estás preparada y
has pasado por mucho. La muerte de tus padres… bueno, un montón de cosas, ¿no? – Pues, tú también, ¿no? La muerte de mi tía Alba,
tu hija Luzma.
– Denle algo de cenar. Me imagino que
tienes hambre, ¿no? Se le nota. – Vamos a la cocina, Bere,
a que te preparen algo. – Chao, tío.
– Bienvenida. Amá… pues, resulta
que me voy de viaje, pues. Otra vez me picó
esa araña del amor, pues. Estoy pensando demasiado
en esa morra. Ya me imagino
lo que me dirías, amá.
[Alerta de mensaje] [♪♪♪] – ¿Sigues con el informe? – Sí, pero ya terminé. – Creo que te debo una disculpa. No me he portado muy bien
contigo estos días. Creo que en el fondo
ha sido por celos. – ¿Y? ¿Yo qué puedo hacer
con esa información? – Podrías hacer como
si todo siguiera igual, como si tú y yo
siguiéramos juntos, con nuestras diferencias,
pero todo igual. – ¿De verdad tú crees que yo puedo imaginar
que todo sigue igual? No estás hablando en serio. – Sí, ya sé. Es una locura y la he regado
contigo mucho, muchas veces. Pero es lo mejor
que puedo decir. Es lo que yo realmente quiero. – ¿Tú tienes una idea de todo lo que me han hecho
sentir en la agencia? Sobre todo tú, Guillermo.
Es más, yo no sé
ahorita si estás aquí nada más para sacarme
información o… – Sí, ya sé. Ya sé, pero es lo que quiero♪
y no te puedo olvidar. Y me lo puse como
una regla inquebrantable: olvidarte y no puedo. ¿Tienes alguna recomendación? – No, no tengo
ninguna recomendación. – Por supuesto que no. Y perdona que no
pueda resolver la bronca con mis sentimientos
y que te involucre. No volverá a pasar.
Te lo prometo. No te vuelvo a molestar, Corina. [♪♪♪] – Guillermo… – Ya no más trabajo, camine. Oiga, a mí me encanta que descubrimos el talón
de Aquiles de ese viejo, ¿no? Casi se enloquece cuando
le nombramos a los Casillas.
– A mí me sorprendió
que a su edad, y ya saliendo del negocio, todavía tenga
esos rencores tan fuertes. Hay que tener cuidado con eso. – Ay, Benjamín, pero eso
también es un apoyo, ¿no? El viejo nos creyó la historia
o nos está usando, una de las dos. Pero cualquiera de las
dos formas nos funciona, y por eso tenemos que celebrar,
¿hum? – Me gusta… y mucho. – Pues, tiene que aprovechar
mientras dure, porque las cosas pueden cambiar. En cualquier momento yo me
entrego del todo a Aurelio. Pues, digo, para ganarme
la confianza de él, y de pronto me toca
abandonarlo a usted… por un tiempo. Por eso le digo que
tiene que aprovechar. Ujú. [♪♪♪] [♪♪♪] [♪♪♪] [♪♪♪] [Pitido] [Pitido] [♪♪♪] [♪♪♪] [♪♪♪] [♪♪♪] – Tranquilas. Todo va a estar bien.
Tranquilas. – Gracias. Ahí vienen dos de esa banda. – Los batos que mandaron
a cuidarnos no van a dejar que pasen. – Nos salvamos de milagro,
Mecha.
– No, nos salvamos
gracias a Aurelio. – Ya se fueron, ¿eh?
Todo está bien. – Tranquilas.
Pues, vamos, vamos, vamos. – Ok, pasen, pasen. – Tranquilas, todo está bien. – Pasa, pasa, pasa. – Gracias. – Vengan. [♪♪♪] – Pues, yo digo
que en algún lugar ya son más de las 12, ¿no? Mmm.
Mira, Zuk, ¡uyyyy! Te quiero dar un regalo por tu
participación en el operativo.
– ¿Participación? Digo, yo solo estuve apoyándolo
con mi presencia, señor. – No creas que quiero comprar
tu silencio, ¿eh? No, yo no necesito ocultar nada. Entonces, digamos que
es un regalo por tu apoyo, como tú dices. – Es mi obligación. No necesita darme
ningún regalo, ¿eh? – Ándale, una de esas bolsas
que les gustan a las mujeres.
¿Cuál es la marca?
Esas, muy finolis. – No, no sé, señor.
No uso ese tipo de bolsas. – Hum.
Mira. ¡Uuuuh! A ti esto no te espanta,
¿verdad? – He visto muchas cosas
en la agencia, señor. No me asusto, pero también
sé que todo tiene un precio. – Exactamente. Digamos que el gobernador
necesitaba que le hiciera un trabajo y… pues, de que se lo haga yo
a que se lo haga alguien más. Además, también fue pa' darle
una lección a los gringos.
Rosales obtiene lo que quiere,
nosotros también. Gana-gana. – Claro. – ¡Ay, mira nomás! – Hum, ¡guao! – Hasta huelen, ¿verdad? ¡Guau! [♪♪♪] – Amiga, me venciste, Eunice. Ya no tengo el aguante de antes.
¡Ni hablar! Tengo que dormir,
aunque sea un ratito. – Pero te lo dije, ¿no? Ah, bueno. Si antes duraste mucho,
con todo lo que has bebido. Pero estás en tu casa,
ya sabés. Yo todavía tengo
cositas que hacer. Andáte a descansar.
Andá. [Exclama]
– Está bien. – Hummm. – ¿No has comido? [Tata habla en francés] Adiós, mi lingüista.
– Señora. – Ve, JP, ten todo listo para
salir mañana pa' Bogotá y decíle a esta niña que
venga a recoger todo esto. – Sí, patrona. – Y no te me pierdas porque de pronto tenemos
que salir más tardecito. – Claro que sí.
Permiso. [♪♪♪] [Suena el celular] – ¿Qué pasó, Felina? – ¿Qué crees? Tengo una nueva pista
de lo de mi hijo. Al parecer, el nuevo
presidente de mi país como que no fue del todo
sincero conmigo, ¿oíste? Ya Saade me adelantó algo.
– Pásale eso al Greñas.
Él también tiene información. – Te le agradezco tanto.
Ve, ¿y cómo estás vos? – Pos, saliendo pa'l norte. Tengo unos asuntos que atender, pero podría pasar a tu casa,
si no tienes bronca. – Ah, no, pues, usted sabe
que aquí se le recibe a cualquier hora, mi amor. Además, me va a hacer
mucho bien hablar con vos. – Señor. – En eso quedamos, Felina.
Nos parlamos al rato. Arre. ¿Cómo va el asunto
del hijo de la Felina? – Pues… ¿me puedo sentar? – Sí, adelante. – Pues, conseguí todo esto. – Pues, parece que el señor
gobernador no va a llamar. – Ha de haber quedado agobiado,
después de todo lo que pasó hoy. – A lo mejor sigue
con el mismo problema. Pero no quiero insistirle,
es parte de la negociación: no mostrar demasiado interés. – Hum, ¿esa es
una regla que tienes? Porque la sabes usar muy bien. – ¿Por qué lo dices? – Porque no evidencias las
intenciones que tienes conmigo, pero en el fondo sé
que las tienes. Me impresionas, eres atento,
eres…
Eres un pavo real. – ¿Y eso está bien o está mal? – Está bien, pero no me deja
bajar mi guardia. – Me encanta que todo lo veas
como un enfrentamiento, como una guerra. – Así crecí y así mismo
puedo enterarme qué tal dejaron al gobernador
después de su emergencia de hoy para saber si me voy o me quedo. – Sería un pecado que
te fueras, honestamente. – Más riesgo que pecado
sería quedarme. [Timbra] [Suena el celular] – ¿Qué Hubo, mona?
¿Qué se le ofrece? – Quería saber si te ibas a seguir
comportando como un plebe.
¿Cómo están? – Bien.
Aquí ya vamos para el D.F. – Espérenme.
Igual y me voy con ustedes. – ¿Y eso? ¿Ya se le acabó el jueguito
con su nuevo socio? ¿Ya sació toda su curiosidad? – ¿Es de verdad, Javier? Estoy a punto de cerrar
un negocio millonario que nos puede
beneficiar a todos, ¿y lo vas a tomar así? – ¿Y cómo quiere que me lo tome? ¿Qué quiere que le celebre
que está con un socio que no ve la hora de
meterla en su cama? – Estás jugando con fuego,
Javier. Me conoces bien y sabes que no
me gusta que me menosprecien. Yo te quiero con el alma, pero así de rápido también
se me puede ir el amor. – Estamos sintonizados, ¿sabe? Porque yo tampoco
estoy para juegos, y mucho menos en
este momento de mi vida. Ya le paso a su hermano. – Hum-hum, ¿qué tranza, Ruti? Aquí ya terminó el bailongo..