Traductor: Carlos Arturo Morales
Revisor: Carla Griggio Me parece que estamos de acuerdo
en que nos movemos hacia un nuevo modelo
de Estado y sociedad. Pero no tenemos la menor idea
de qué es eso o qué debería ser. Parece que necesitamos
tener una conversación acerca de lo que es la democracia
en nuestros días y nuestra época. Pensemos en ello de la siguiente forma: Somos ciudadanos del siglo 21
haciendo lo mejor que podemos para interactuar con instituciones
diseñadas en el siglo 19 basadas en tecnologías de la información
del siglo 15. Démosle un vistazo
a algunas características del sistema. Para empezar, está diseñado
para una tecnología de la información de hace más de 500 años. Y el mejor sistema
que se podría diseñar para algo así es uno en el que sólo unos pocos toman
decisiones diarias en nombre de la mayoría y la mayoría puede votar
una vez cada dos años.
En segundo lugar,
los costos de la participación en este sistema son tremendamente altos. O bien se tiene mucha plata
e influencias, o se le dedica la vida completa
a la política. Uno tiene que convertirse
en miembro de un partido y lentamente empezar a labrarse el camino
para llegar, tal vez, algún día, a ocupar un puesto en una mesa
en la que se tomen decisiones. Finalmente, aunque no menos importante,
el lenguaje del sistema es increiblemente críptico. Está hecho por abogados, para abogados
y nadie más lo puede entender.
Es un sistema en el que podemos
elegir nuestras autoridades, pero se nos deja
totalmente excluídos del proceso que estas autoridades usan para
tomar sus decisiones. Y entonces, en una época
en que las tecnologías de la información nos permiten participar
en cualquier conversación global, en que las barreras de la información
han sido completamente superadas y podemos, más que nunca antes,
expresar nuestros deseos y preocupaciones, nuestro sistema político
es el mismo de los últimos 200 años y todavía espera
que nos conformemos con ser simplemente receptores pasivos de un monólogo.
Y entonces, no es ninguna sorpresa
que este tipo de sistema sólo pueda producir
dos tipos de resultado: silencio o ruido. Silencio en el sentido de tener ciudadanos
que no se involucran, que simplemente no quieren participar. Hay este lugar común
que a mí, en verdad, me disgusta, que es la creencia de que nosotros,
los ciudadanos, somos apáticos por naturaleza,
que le huimos al compromiso. Pero, ¿realmente puede culpársenos
por no avalanzarnos hacia la oportunidad de ir al centro de la ciudad,
a mitad de la jornada laboral para asistir, físicamente,
a una audiencia pública que no tendrá ningún impacto
sobre nuestras vidas? El conflicto es inevitable entre un sistema que ya no nos representa
ni tiene ninguna capacidad de diálogo, y ciudadanos que se acostumbran
cada vez más a representarse a sí mismos.
Y luego está el ruido: Chile, Argentina, Brasil, México,
Italia, Francia, España, Estados Unidos, son todas democracias. Los ciudadanos tienen acceso a las urnas. Pero ellos todavía sienten
la necesidad de tomar las calles
para ser escuchados. Parece que el eslogan del siglo 18
que dio pie a la formación de nuestras democracias modernas,
"No hay impuestos sin representación", puede ahora actualizarse a
"No hay representación sin conversación". Queremos nuestro lugar en la mesa. Y con toda razón. Pero para ser parte de esta conversación,
necesitamos saber qué hacer a continuación porque la acción política es ser capaz
de pasar de la agitación a la construcción.
Mi generación ha sido increíblemente buena
usando las nuevas redes y tecnologías para organizar protestas,
protestas que fueron capaces de imponer agendas,
revertir legislación extremadamente perjudicial y hasta derrocar gobiernos autoritarios. Y tenemos que estar
inmensamente orgullosos de ello. Pero también tenemos que admitir
que no hemos sido muy buenos en usar esas mismas redes y tecnologías
para articular con éxito una alternativa a lo que estamos viendo
y para llegar a los consensos y construir las alianzas que se necesitan
para lograrlo. Y el riesgo que enfrentamos es
que podemos crear enormes vacíos de poder que rápidamente serán llenados
por gobiernos de facto como los militares o grupos ya organizados
y altamente motivados que por lo general se encuentran
en los extremos. Pero nuestra democracia no es sólo
un asunto de votar una vez cada dos años. Y tampoco es la capacidad
para reunir a millones en las calles. La pregunta que quisiera plantear aquí
y que, en realidad, creo que es la más importante
que debemos responder, es: ¿Si Internet es la nueva imprenta,
qué es entonces la democracia para la era de Internet? ¿Qué instituciones necesitamos construir
para la sociedad del siglo 21? No tengo la respuesta, por si acaso.
No creo que nadie la tenga. Pero, en verdad, creo que no podemos
seguir ignorando más está pregunta. Y entonces, me gustaría
compartir con Uds. nuestra experiencia y lo que hemos aprendido hasta ahora,
aportar nuestro granito de arena a esta conversación. Hace dos años, con un grupo de amigos
de Argentina, nos empezamos a preguntar,
"¿cómo hacer que nuestros representantes, nuestros representantes electos,
efectivamente nos representen?" Marshall McLuhan alguna vez dijo
que la política es resolver los problemas de hoy
con las herramientas de ayer. La pregunta que nos motivó fue: ¿podemos resolver algunos
de los problemas actuales con herramientas que usamos
en nuestras vidas todos los días? Nuestro primer paso fue diseñar
y desarrollar un programa llamado DemocracyOS. DemocracyOS es una plataforma web
de código abierto diseñada para servir de puente
entre ciudadanos y representantes electos y hacer más fácil que participemos
desde nuestras vidas cotidianas.
En primer lugar, allí usted
puede informarse, porque cada nuevo proyecto
que se introduce en el Congreso es traducido y explicado inmediatamente
en lenguaje sencillo en esta plataforma. Pero, todos sabemos que el cambio social
no va a ser el resultado solo de tener más información,
sino de hacer algo con ella. El acceso a una mejor información
debería conducir a una conversación acerca de lo que haremos luego,
y DemocracyOS nos permite hacer eso. Porque sabemos que la democracia
no es sólo asunto de apilar preferencias una encima de otra
sino que un debate público, robusto y sano debería ser nuevamente
uno de sus valores fundamentales.
Entonces, DemocracyOS es acerca de
persuadir y ser persuadido. Tiene que ver tanto con alcanzar consensos
como con encontrar una forma apropiada para canalizar nuestro desacuerdo. Y finalmente, usted puede votar
cómo le gustaría que votara su representante electo. Y si no se siente cómodo
votando por un asunto determinado, siempre podrá delegar su voto
en alguien más, dando lugar a un liderazgo
social dinámico y emergente. Y se volvió muy fácil para nosotros
comparar estos resultados con la forma en la que nuestros representantes
estaban votando en el congreso. Pero, también se volvió muy evidente
que la tecnología no iba a ser suficiente. Lo que necesitabamos era encontrar
a los actores capaces de tomar este conocimiento distribuido
en la sociedad y de usarlo para tomar
decisiones mejores y más justas. Así que fuimos con los partidos políticos
tradicionales y les ofrecimos DemocracyOS. Dijimos, "Miren, esta es una plataforma
que Uds. pueden usar para construir una conversación de doble vía
con sus electores".
¡Y sí, fracasamos! ¡Fracasamos en grande! Nos mandaron a jugar afuera,
como si fuéramos niños. Entre otras cosas,
nos llamaron ingenuos. Y tengo que ser honesta:
en retrospectiva, creo que lo fuimos. Porque los desafíos que enfrentamos
no son tecnológicos, sino culturales. Los partidos políticos
nunca han querido cambiar la forma en que toman las decisiones. Y entonces se hizo algo obvio
que si queríamos ir a algún lado con esta idea,
necesitábamos hacerlo nosotros mismos. Y entonces realizamos un salto de fe, y en agosto del año pasado
fundamos nuestro propio partido político. El partido de la Red
en la ciudad de Buenos Aires.
Y en un salto de fe todavía mayor,
nos postulamos a elecciones en octubre del año pasado
con la siguiente idea: Si ganamos una silla en el Congreso,
nuestro candidato, nuestro representante, iba siempre a votar de acuerdo con
lo que los ciudadanos decidieran en DemocracyOS. Todo proyecto que se introdujera
en el Congreso, lo íbamos a votar de acuerdo con
lo que los ciudadanos decidieran en la plataforma en línea. Era nuestra forma de hackear
el sistema político. Entendimos que si queríamos
volvernos parte de la conversación, tener un puesto en la mesa,
debíamos volvernos actores válidos, y la única forma de hacer eso
era jugando con las reglas del sistema. Estábamos hackeando en el sentido
de que estabamos cambiando radicalmente la forma en que un partido político
toma sus decisiones. Por primera vez, estábamos tomando
las decisiones junto con aquellos a quienes afectábamos directamente
con esas decisiones. Era una jugada arriesgada
para un partido con dos meses de fundado en la ciudad de Buenos Aires.
Pero captó la atención. Obtuvimos 22.000 votos,
1.2 por ciento de los votos, y fuimos la segunda opción a nivel local. Y aunque eso no haya sido suficiente
para ganar un puesto en el Congreso, lo fue para convertirnos
en parte de la conversación, al punto de que el próximo mes
el Congreso, como institución, estará lanzando por primera vez
en la historia de Argentina, un DemocracyOS para discutir
con los ciudadanos tres proyectos de ley: dos relacionados con el transporte urbano
y uno más con el espacio público.
Nuestros representantes electos,
no están gritando, claro está, "Sí, vamos a votar de acuerdo
con lo que los ciudadanos decidan", pero están dispuestos a intentarlo. Ellos están deseosos de abrir
un espacio nuevo al compromiso ciudadano y con suerte, ellos van a querer
escucharlos también. Nuestro sistema político
se puede transformar, y no con subversión o destrucción,
sino rediseñándolo con herramientas que Intenet nos ofrece hoy por hoy.
Pero el desafió real es encontrar,
diseñar, crear, empoderar los conectores que pueden innovar,
transformar ruido y silencio en señal, y finalmente traer nuestras democracias
al siglo 21. No digo que sea fácil. Pero, por experiencia,
sé que tenemos una verdadera oportunidad de hacer que funcione. Y en mi corazón,
sé que definitivamente, vale la pena intentarlo. Gracias. (Aplausos).